Hubo un tiempo no muy lejano en el que la afición del Atleti era la mejor del mundo. El comportamiento de unos cuantos energúmenos no tiene que empañar al resto de aficionados pero lo cierto es que sí lo hace, guste o no. También hubo un tiempo en el que no se insultaba ni pitaba a los jugadores porque eso era cosa de 'vikingos' en el Bernabéu. Algo ha cambiado en ese fondo que ahora el enemigo, al parecer, está dentro y una derrota en la segunda jornada mueve al insulto, a la grosería y al asco.
Terminado el partido los jugadores salieron a estirar, como de costumbre. La costumbre también dice que cuando los fanáticos del fondo sur se quedan en el campo es para animar a los jugadores que, a pesar de esta derrota, tienen aún toda la temporada por delante para aspirar a todo. Pero no, las decenas de aficionados que permanecieron en la grada lo hicieron para insultar a los jugadores o, en el mejor de los casos, mirar como lo hacían sus compañeros de asiento.
Insultos especialmente a Griezmann, uno de los mejores frente al Villarreal, al que esa misma grada pitó cuando saltó al césped. Insultos graves a los que respondió Mario Hermoso. El defensa, aquél al que aupamos todos al Olimpo por los dos goles fundamentales en los últimos minutos que tanto ayudaron a ganar la última Liga, se cansó de que insultaran a un compañero. No es buena idea que un profesional entre a discutir con la grada pero los jugadores también son personas y Hermoso muestra sentir más a su equipo que los que insultan. Se encaró con los aficionados en defensa de Griezmann y desde la grada respondieron con más insultos, "vikingo", "madridista hijo de tal". Vergonzoso.
Varias personas fueron necesarias para frenar a Hermoso, dispuesto a pegarse con los cobardes que insultan y lanzan botellas contra los que visten la camiseta del Atlético de Madrid. Es hora de tomar medidas desde arriba. Llegan tarde.
