sábado. 20.04.2024
Rodrigo de Paul controla un balón / Foto: ATM
Rodrigo de Paul controla un balón / Foto: ATM

JAN OBLAK: Salvador. El mejor.

Cuando has perdido por dos goles y se califica al portero como el mejor del encuentro, cuando lo consideras la salvación del equipo..., eso da la medida de cómo ha podido ser el comportamiento del resto del Atlético. Si no llega a ser por Jan Oblak, el Porto hubiera podido meter al menos cinco goles al Atleti. El esloveno fue un salvador para que la debacle del Atlético no fuera histórica.

STEFAN SAVIC: Irreconocible.

La alineación colocaba con el número '15' a Stefan Savic. Quien aparecía en tenía el físico de Stefan Savic, su cara, sus ademanes y su estatura. Pero claramente quien ocupaba el puesto de central diestro en la defensa del Atleti frente al Porto no fue Savic. Se desconoce todavía a esta hora dónde estaba el montenegrino. Posiblemente haya sido este el peor partido jugado nunca en toda su carrera deportiva. Los dos goles del Porto fueron responsabilidad directa suya (especialmente, el segundo), pero es que además se mantuvo totalmente desconcentrado los 95 minutos que se jugaron en Do Dragao. Lo único que salva a Savic es el brillante historial que tiene defendiendo el escudo del Atleti. Nadie más que él sentirá lo que ha sucedido.

JOSEMA GIMÉNEZ: Traslúcido.

Si Savic no compareció, Giménez fue un espectro. Tan irreconocible como el montenegrino, los delanteros del Porto ni siquiera tuvieron que zafarse, pudieron incluso traspasarlo, como si no existiera corporeidad en el uruguayo. Puro aire. Transparente. También al igual que a Savic, lo único que le salva es todo lo que siente al Atlético.

NAHUEL MOLINA: En su línea.

Nahuel no desconectó con su actuar habitual desde que llegara al Atlético de Madrid. Hizo frente al Porto un partido muy suyo. Salvo un par de encuentros en los que parecía que existían brotes verdes, el resto ha mantenido una misma constante y una regularidad notable, reiterada también frente al Porto: un lateral derecho con miedo en la mirada y una absoluta falta de confianza en sus posibilidades. Incapaz de defender e igualmente inoperante a la hora de centrar un balón con criterio. A pocos fichajes le han pesado tanto la camiseta y el escudo del Atlético. 

REINILDO: Pluriempleado.

Reinildo, una vez más, ha tenido que ejercer de malabarista chino en un circo de tres pistas, intentando que no se le caigan los platos. Pedir al mozambiqueño que fuera la solución  para el desastre absoluto de la defensa del Atleti frente al Porto es demasiado, hasta para un portento físico como él.

RODRIGO DE PAUL: Descentrado.

Frente al Porto, Rodrigo de Paul volvió a demostrar que es un pollo sin cabeza en el campo, mucha sangre y poco temple. Corre mucho, pero sin sentido, orden ni coordinación. Luego está su cabeza en sentido no literal, sino metafórico. Esa se desconoce dónde la tiene. En Do Dragao ni se la vio, ni se la esperó, desde luego.

AXEL WITSEL: Ordenado.

Fue lo único destacable del superado centro del campo del Atleti. A punto de cumplir 34 años, no se le puede exigir al belga un despliegue físico mayor del que aporta para taponar todas las vías de agua. Aún así, supo dar las mínimas gotas de cordura en la medular al Atleti. Al menos, supo pasarle la pelota a los que llevaban la camiseta del mismo color que la suya y, con solo eso, ya demostró bastante más que De Paul en la medular.

SAÚL NÍGUEZ: Monocultivo.

Diego Simeone solo lo usó para una cosa, pelear por arriba, de cabeza, los balones en largo que lanzaba Oblak. Demasiado monocultivo para la categoría de un club que aspira a pelear grandes cosas. Si a eso le sumas que ante el Porto lo colocaron casi de extremo izquierdo, la conclusión es evidente: Saúl ya no es el que fue (a nadie se le oculta), pero es que, cuando era el gran Saúl, tampoco tuvo nunca ni regate fino ni velocidad centelleante. Imposible, por tanto, que destaque como extremo, que es el puesto encomendado por Simeone.

ÁNGEL CORREA: Desubicado. 

Le puso toda la voluntad posible, pero no es un interior. El rosarino hace daño en las distancias cortas del área. Su imagen, asfixiado y a punto del vómito en el banquillo al ser sustituido cuando faltaban 10 minutos para el final, son prueba de todo lo que corrió y se esforzó intentando todo lo que pudo.

ANTOINE GRIEZMANN: Orgulloso.

Solo cuando la pelota pasaba por sus botas (y en parte también por las de Joao Félix y Witsel) el juego del Atlético frente al Porto cobraba algo de sentido. No pudo hacer más de lo que hizo para evitar esta calamidad. Sus esfuerzos para recuperar pelotas exhibían el orgullo y la rebeldía a los que obliga el escudo de la osa y el madroño. Tuvo la opción en sus botas de anotar al final el que podría haber sido el gol del milagro, nuevamente.

JOAO FÉLIX: Frustrado.

Aportó (junto a Griezmann y Carrasco) lo único mínimamente peligroso del Atlético. Pero solo en las escuálidas oportunidades que se le presentaron en la primera mitad. Simeone lo llevó al banquillo cuando aún faltaba casi toda la segunda mitad por jugarse y la necesidad de anotar al menos dos goles. Su imagen, finalizado el encuentro, sentado en el banquillo, sin sumarse al resto de compañeros para agradecer a la afición desplazada, mientras mascullaba entre dientes su ira interior parecen pruebas de que este partido ha podido ser el final de una historia, el adiós a un tiempo.

CAMBIOS

YANNICK CARRASCO: Voluntarioso.

De sus botas salieron lo mejor en ataque que ofreció el Atlético. Incluso pudo anotar hasta dos goles, pero el portero del Porto se las sacó in extremis. De lo poco salvable.

MATHEUS CUNHA: Intrascendente. 

No logró aportar nada que mejorara el ataque del equipo. Le puso ganas, pero nula efectividad.

PABLO BARRIOS: Ilusionante.

Diego Simeone tuvo el poco tacto de sacar al chaval cuando faltaban tres minutos para el final y el equipo estaba a punto de consumar la peor campaña europea de la era del técnico argentino. Pudo haberle ahorrado al canterano comerse ese 'marrón'. Pese a ello, el chico salió como si fueran los mejores minutos de su carrera. Y a fe que demostró madurez y clase en las pocas pelotas que pudo tocar. Verlo manejar el balón con la cabeza alta es lo único ilusionante que le ha quedado a la afición atlética en este partido.

ASÍ JUGARON