martes. 23.04.2024
REAL VALLADOLID 2 - 5 ATLÉTICO MADRID

Fútbol de salón y sufrimiento innecesario en la victoria del Atlético en Pucela

Dos partes diametralmente diferentes, dos estilos de fútbol del todo divergentes. El Atlético de Madrid aplastó al Real Valladolid en unos primeros 45 minutos primorosos, pero decidió que el segundo tiempo era momento de recordar sufrimientos pasados, en los que la agonía marcaba la tónica. Al final, la fortuna se alió con el Atleti, con un abultado resultado final a favor que no refleja la realidad del partido.
Los jugadores del Atleti, tras celebrar uno de los goles / Foto: ATM
Los jugadores del Atleti, tras celebrar uno de los goles / Foto: ATM

Una victoria es una victoria. En especial, cuando marcas cinco goles a favor y recibes dos en contra. Un 2-5 debería ser un resultado suficientemente contundente como para que cualquiera que no hubiera visto el triunfo del Atlético de Madrid frente al Real Valladolid ni se planteara el dominio rojiblanco.

Pero el fútbol no es ciencia. La ciencia se basa en datos. Eso puede llevar a que en el fútbol, en ocasiones, los datos objetivos puedan difuminar la realidad y por más que el Atleti colocara un 5 en el marcador visitante de Pucela, su victoria perfectamente podría justificarse gracias a una alianza con la Fortuna.

PRIMERA PARTE DE ENSUEÑO

Los primeros 45 minutos se pudo ver al Atlético de Madrid que encarna el mejor fútbol de toda LaLiga desde el regreso del Mundial. Un equipo vertical, dominador de la pelota, jugando al primer toque, con un Antoine Griezmann insuperable, una defensa firme, una capacidad contundente de marcar goles, un Simeone estratega jefe y, en suma, un Atleti pletórico, desarrollando un fútbol de salón.

En solo media hora, los muchachos del 'Cholo' aplastaron a un Valladolid incapaz de taponar el torrente de juego que se le estaba viniendo encima, a base de presionar con bloque alto en primera instancia, replegar de forma planeada para practicar el arte del robo y el contragolpe vertiginoso.

Nahuel Molina abría el marcador con una rotura de banda -tras pase de 30 metros de Josema Giménez- y se plantaba solo ante Masip, para batirlo por derecha en el palo corto.

Pocos minutos después era el propio Giménez quien se adelantaba de cabeza a la salida de un destemplado Masip y anotaba el 0-2. 

Y para completar la goleada, Álvaro Morata remachó una fantasiosa jugada colectiva al primer toque, comandada por Griezmann, que hizo su magia y la cedió en pase de la muerte a Morata, que la cruzó imposible para el portero blanquivioleta. 0-3 y ni siquiera se había llegado al minuto 40.

Entonces llegó el árbitro Mateu Lahoz y pitó un más que discutible penalti por un choque de Mario Hermoso con Plata. La repetición de la jugada atestiguaba que es Plata quien choca con el brazo de Hermoso, y no el codo del defensa rojiblanco quien atenta contra el delantero ecuatoriano del Valladolid. Simeone, que había visto la repetición en el banquillo, pedía tranquilidad a un desconsolado Hermoso. El 'Cholo' confiaba en que Mateu accediera a irse a mirarlo a VAR, pero Mateu es Mateu... Declinó la invitación de hacer el chequeo, se mantuvo en sus trece de señalar penalti, Cyle Larin anotó para el Pucela y todos al vestuario para el descanso.

SEGUNDA PARTE DE HORROR

Pese al regusto amargo por el penalti encajado, los rojiblancos recibieron el disgusto con cierta despreocupación, confiados todos como estaban en el fútbol desplegado hasta el momento y en la tranquilidad que te otorga contar en la segunda vuelta de LaLiga casi con un, 'victoria a victoria'.

Nada más lejos de lo que iba a suceder. Simeone nunca suele tocar al equipo cuando le funciona, y a fe que le está funcionando. Lo que sí hizo fue tocar el estilo de juego. Recuperó esa forma de echarse atrás inmisericordemente. A eso se sumó la desconexión que se vio en buena parte de unos jugadores, que creyeron que el partido duraba sólo 45 minutos, en lugar de 90.

En cambio, el Valladolid pareció decirse a sí mismo, " a por ellos". Y vaya sí fueron a por ellos... Especialmente con los cambios introducidos por Paulo Pezzolano. Nahuel fue incapaz de contener a Escudero (marcó de cabeza un golazo, el 2-3) en su banda y los centrales del Atleti comenzaron a mostrar la misma debilidad en los balones cruzados que en la primera parte de LaLiga. 

Cuando el Atlético y el 'Cholo' quisieron reaccionar y recuperar el brillo perdido, ya era demasiado tarde. Zorrilla apretaba de lo lindo y los jugadores vallisoletanos se comían al Atlético.

Merecieron de sobra los pucelanos empatar el partido, pero los palos (hasta tres largueros) lo impidieron.

Esa misma fortuna hizo que, cuando restaban diez minutos para el final,  con todo el mundo aventurando que iba a caer el gol contra el Atleti -la cara desencajada de Simeone lo probaba-, Joaquín se anotara en propia meta el 2-4 para, a renglón seguido, romperse muscularmente en la carrera con Memphis Depay (salió el último cuarto de hora) cuando el central vallisoletano era el hombre de cierre.

Con esa lesión, Depay se presentó solo desde casi el medio campo ante Masip, pero aún así el delantero neerlandés tuvo que zafarse del portero y anotó un bonito tanto que colocaba el 2-5 y cerraba definitivamente el encuentro. Simeone se sentó ahora ya sí en el banquillo, bebió agua y respiró profundamente, con las marcas en el rostro del sufrimiento que había recibido.

Fútbol de salón y sufrimiento innecesario en la victoria del Atlético en Pucela