A falta de efectivos sanos, con enormes dificultades para configurar un 'once' titular que no esté cojo, el Atlético de Madrid está tirando en los dos últimos partidos de épica y de las reservas de fortuna que acompañan también a las grandes formaciones. Le sucedió en cierta medida contra el Cádiz y el Feyenoord y, desde luego, le ha sucedido de forma indiscutible ante la Real Sociedad.
Al menos la segunda mitad del encuentro, porque en la primera parte la verdad es que el Atlético logró imponerse por inteligencia 'cholista' a los txuri urdines. Tuvo el balón menos que la Real, cierto, pero lo tuvo mejor, sabiendo lo que hacer con él y cómo golpear los puntos flacos de la escuadra donostiarra.
La consecuencia lógica de esa dinámica de juego primera fue que también se golpeó primero por parte del Atlético. En cuanto la pelota comenzó a pasar por Antoine Griezmann y Koke en la medular, se encendieron las luces y en una de esas el vallecano sacó el bisturí para ponerla tras la defensa a Samu Lino, que galopó y ejecutó a Álex Remiro con maestría.
Aún tuvieron hasta tres ocasiones muy claras los chicos de Diego Simeone, incluyendo dos balones a la madera de un estupendo -un partido más- Álvaro Morata y de Axel Witsel. Luego Griezmann intentó empalmarla sin dejar tocar el césped otro rechace, pero la mandó alto. De haber entrado, hubiera sido el gol del campeonato.
MÁS ENFERMOS QUE SANOS
En la segunda mitad todo empezó a cambiar. La Real comenzó a apretar más en el medio campo y en terreno rojiblanco y a los del 'Cholo' se les fue acabando poco a poco la gasolina. La solución lógica hubiera estado en el banquillo, pero el técnico argentino miraba lo que tenía y se le caía el alma a los pies. Unicamente disponía de la primera plantilla de Savic y Javi Galán. El resto, del filial. Los dos entraron. El montenegrino, por cierto, entre algodones. Hasta Jan Oblak era un portero disminuido, casi cojo. Al esloveno se le notaba visiblemente lesionado en sus isquiotibiales, pero era él o él, así que aguantó todo el partido.
EL PENALTI
Lo normal era que la Real empatara. Eso sucedió, empató por medio de Mikel Oyarzabal. Lo natural en esas condiciones era que incluso el Atlético pudiera perder el partido. Pero eso eran palabras mayores ante, nuevamente, casi lleno total en el Metropolitano. A falta de jugadores sanos a los que dirigir, el Cholo dirigía la grada para que no desfalleciera.
Los jugadores rojiblancos lo dieron todo en el campo para aguantar el 1-1, pero como se decía, a veces la fortuna sonríe a los grandes.
A falta de cinco minutos para el final y con los donostiarras poniendo contra las cuerdas a un Atleti replegado como un erizo sobre sí mismo, una pelota en largo, Morata que la pelea, falla a puerta sola y el balón que va a la mano del defensa realista justo cuando éste se estaba levantando del suelo.
El colegiado Munuera Montero decretó pena máxima, ante la incredulidad de los realistas. Ni siquiera se acercó al VAR. Vista luego la repetición, también posiblemente de los atléticos estaban incrédulos. Y agradecidos. La norma actual es tan confusa que prácticamente ningún jugador sabe ya a qué atenerse con las manos.
El caso es que Griezmann se encargó de materializar el penalti y otorgar a un Atlético en los huesos tres puntos que saben a seis.
