viernes. 26.04.2024
ATLÉTICO DE MADRID 0 - 1 FC BARCELONA

Un Atlético con mucha alma cae de forma injusta ante el Barcelona

El Atlético de Madrid es posible que haya jugado la noche de este domingo el partido con mayor intensidad y alma rojiblanca de lo que llevamos de temporada. Sin embargo, perdió. Lo hizo de manera injusta, porque mereció al menos el empate, cuando no la victoria. Incluso el entrenador del FC Barcelona, Xavi Hernández, admitió al finalizar el encuentro que no merecieron vencer y que el Atlético fue superior.
Marcos Llorente penetra el área del Barça / Foto: ATM
Marcos Llorente penetra el área del Barça / Foto: ATM

Es cierto que los primeros 25 minutos fueron del FC Barcelona. No es que avasallara tampoco al Atlético de Madrid, pero sí dispuso de las mejores opciones, incluido el único gol a la postre, el de Dembélé. El Atlético no fue a la presión alta en estos instantes de apertura y, como consecuencia, permitió manejar la bola a placer y sin oposición al Barcelona. Una temeridad.

Pero incluso durante esta fase de dominio culé del partido, el sujeto protagónico también fue el Atlético, aunque en este caso por deméritos de la zaga rojiblanca. Hasta en tres ocasiones los centrales colchoneros entregaron de forma infantil la pelota a los delanteros del Barça -fundamentalmente, Josema Giménez, aunque Reinildo tampoco fue moco de pavo-, con pérdidas, además, en el momento más indebido, cuando el equipo está saliendo.

Solo el poco atino de los de Xavi Hernández entre los tres palos hizo que los blaugrana no lograran cobrarse alguna pieza más en esos primeros 25 minutos. Y de haberlo hecho, hubiera sido de manera injusta, todo hay que decirlo, porque su juego no fue precisamente de rompe y rasca. Xavi presume de apostar por el jogo bonito, pero cada vez es más frecuente ver jugar en largo y futbol directo 'cholista' a Ter Stegen. En el Metropolitano así sucedió.

A PARTIR DEL GOL

Y en esto llegó el gol. Pedri atrapó en tres cuartos de cancha otro balón sacado con poco acierto desde la defensa atlética y realizó un eslalon formidable, esquivando a tres contrarios de rayas (o curvas) rojas y blancas. ¿Que Koke  y Pablo Barrios pudieron hacer algo más que defender con la mirada la penetración del canario? Sí, probablemente sea verdad, pero eso no resta un ápice a la genialidad del mediocentro barcelonista.

Igualmente, también se podría argumentar que esta jugada terminó en el gol de Dembélé con una posible falta previa de Gavi sobre Reinildo -el VAR sentenció como no punible-, pero aún siendo así, nadie del Atlético de Madrid habría imaginado nunca hace tan solo dos meses que Reinildo hubiera podido perder un cuerpeo en defensa. Ni con Gavi ni con nadie. Mucho menos con un chaval de 18 años y poco más de 1,70 de altura, por más que Gavi sea un torrente de poderío y clase.

De todos modos, Reinildo demostró la noche de este sábado por qué Diego Simeone lo lleva dejando en el banquillo desde que se reinició La Liga tras el parón mundialista. El mozambiqueño fue el mejor defensor del Atleti desde que llegó hace un año, hasta el Mundial. Ahora no está, debe recuperar su mejor versión. Frente al Barcelona tuvo hasta cuatro errores groseros, que no terminaron en gol solo por el desacierto de Dembélé o el buen hacer in extremis una vez de Savic (roja directa junto a Ferrán Torres poco antes de terminar el encuentro) y otra, también salvadora, de Pablo Barrios.

A partir de ese gol, el Atlético comenzó a hacer lo que debió realizar desde el principio, morder arriba. Presión alta y en bloque, demostrando ese "coraje y corazón" que entona el himno rojiblanco. Con un Marcos Llorente que, por vez primera en lo que llevamos de temporada, hizo recordar al desaforado todocampista imposible de parar en sus llegadas hasta la línea de fondo. Frente al Barça estuvo pletórico. Ayudó bastante que Simeone lo pusiera a jugar no de lateral, sino 40 metros más adelante. Esa y no otra es su posición, donde hace daño, y donde el equipo lo nota y se beneficia.

Antoine Griezmann tomó la batuta e hizo jugar a todos. Nahuel Molina posiblemente haya jugado el mejor partido desde que llegara al Atlético. Carrasco por fin cortaba el área rival. No como antaño, pero la cortaba. Joao Félix se fue entonando. Sin pasarse tampoco, pero sí entonándose y mostrando su hecho diferencial, aunque con cuentagotas. Hasta Pablo Barrios, que no jugó sus mejores minutos, comenzó a pisar el área y a mezclar con Griezmann.

Y llegaron las oportunidades del Atleti en cascada: Llorente, Giménez (solo un milagro hizo que el salto descomunal del uruguayo no terminara con su cabezazo en gol por milímetros), Nahuel, Griezmann (paradón de Ter Stegen a mano cambiada)... Y así hasta 19 ocasiones.

Durante casi toda la segunda mitad solo hubo un equipo merecedor de anotar sobre el césped, el Atlético de Madrid. Un Atlético que mostró en el Metropolitano que conserva el alma gigante que se le presupone. Por cierto, ¿a cuento de qué se demandaba desde la zona del Frente Atlético su consabida obsesión testicular?

No es solo que apelar siempre a la testosterona simplista resulta pueril, es que este Atlético lo dejó todo en el campo, sin escatimar una gota de esfuerzo hasta el final del tiempo de descuento, en que Araujo sacó sobre la misma línea de gol el tanto que todos ya gritaban en la grada, tras una maravillosa jugada combinativa de Llorente, Correa (salió en el minuto 73 por Joao Félix) y, finalmente para empujarla, Griezmann. Si esa no fue, nada podía ser esa noche. Incluso Xavi Hernández admitió tras el partido, en declaraciones a Dazn, que el Barcelona no mereció vencer y que lo único que hicieron bien fue saber sufrir ante el empuje del Atlético.

 

  

Un Atlético con mucha alma cae de forma injusta ante el Barcelona